lunes, 18 de marzo de 2013

Páginas malditas - Capítulo 2.4- Scutum

En las calles principales habíamos encontrado una taberna con habitaciones muy acogedora.
Lo bueno que tenia dicha taberna es que estaba casi al lado de uno de los puestos de los guardias por lo que no habría incidentes inesperados y podía dejar tranquilamente el carro en el establo.

La taberna era en su totalidad de madera. Lo que era el comedor era muy acogedor. Disponía de una gran chimenea con unos adornos esculpidos en la misma piedra de la chimenea.
El suelo, para mi sorpresa, no estaba pegajoso. Eso me decía que no había muchos borrachos por la noche aquí, o que los que habían eran muy cuidadosos y no dejaban caer ni una sola gota al suelo.

Buenos días señor, en que le puedo ayudar? – dijo una voz sugerente-
Antes de mirar a la camarera ya imaginaba su aspecto.

En efecto, era una muchacha con un buen par de razones por las que me tenía que quedar a pasar la noche aquí. Su pelo rubio y tez blanca eran el sueño de muchos hombres en aquellos días.

Buenos días tenga, me gustaría una habitación para mi y mi compañero. He dejado mi carro fuera y me gustaría pagar una vigilancia extra por el. No se cuantos días pasaremos pero de momento pagare comida, cena más habitación y almuerzo para dos.

No habrá problema para la vigilancia y menos aún para la comodidad de su alcoba. -dijo la muchacha seguido de un guiño -

Después de dejar las cosas en la habitación, Telmo decidió quedarse en la habitación para conocerse con la cama. Yo quería pasear por las calles de Besalú y quería ver la obra del hospital.

Sin apenas darme cuenta me perdí por las estrechas calles. El suelo estaba húmedo, se notaba que estábamos cerca de las montañas nevadas. Si no ibas con cuidado podrías abrirte la cabeza por culpa de algún resbalón tonto.
Me encontraba yo solo junto a algunos cuervos que descansaban en los tejados.
Me sentía observado con esa mirada inquieta, esos movimientos epilépticos que parecía que quisiesen observar más de lo que podían.
No me gustan nada los cuervos, me ponen nervioso  - pensé mientras cada vez andaba más rápido, buscando algo de movimiento normal –

Esta parte de la calle era algo peculiar. Las casas estaban metidas debajo del suelo. Había escaleras que comunicaban con las puertas de los edificios, en la sombra.

De repente, aparecieron dos hombres con unas túnicas blancas y se pusieron a ambos lados.
No digas ni una palabra, síguenos sin rechistar y no te pasará nada.
Me fijé que tenían espadas atadas a la cintura por lo que mejor no hacer nada raro. Tampoco tenía pensado resistirme… - me dije en voz baja –
La faena era mía para intentar andar con normalidad, me había engarrotado.
Me tendría que haber quedado en mi tienda de Barcelona, rodeado de mercancías y con Roldán a mis órdenes, maldita sea siempre me tiene que pasar algo… suspiré y acompañe a aquellos hombres.

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